La titánica tarea de mejorar la calidad de la educación

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En los últimos meses a raíz de los pésimos resultados que los estudiantes del país han tenido en las pruebas nacionales e internacionales, la educación se ha convertido en un tema que preocupa cada vez más a los colombianos.

Y no es para menos. Mientras que miles y miles de familias deben invertir una parte importante de sus ingresos en pagar las altísimas pensiones de los colegios privados y el Estado gasta cada vez más en educación, casi tanto como en la guerra, los resultados en los salones de clase son totalmente desalentadores. Colombia sigue ocupando los peores puestos en las pruebas internacionales y los jóvenes no están siendo preparados en los conocimientos mínimos que se requieren para el mundo globalizado del siglo XXI.

Por eso, esta semana, durante el lanzamiento del estudio Tras la Excelencia Docente, realizado por la Fundación Compartir, los colombianos vieron cómo el presidente de la República decidió acogerlo como parte de una política nacional que le permita a “Colombia ser la más educada de Latinoamérica para 2025”. Esa frase sorprendió pero al mismo tiempo inspiró al auditorio para invitar a que “amigos con enemigos, derecha con izquierda, regiones con regiones, jóvenes con mayores, todos sin excepción, trabajen para lograrlo”.

Estas y otras afirmaciones de Santos en el evento dejaron claro que la educación y la paz serán las banderas de su campaña de reelección. En su empeño por mejorar la educación, Pedro Gómez y su fundación Compartir decidieron contratar a un grupo de expertos liderados por el exministro Guillermo Perry, para sacar a la educación nacional del bache en el que está. Con ese objetivo, estudiaron cuidadosamente ejemplos exitosos de educación, como los de Singapur, Finlandia, Corea del Sur y una parte de Canadá.

Al final, tras muchos meses de trabajo, encontraron que un país como Colombia, que ya logró una cobertura casi universal, en la que los 8,9 millones de niños y jóvenes estudian de forma gratuita, incluso muchos con alimentación, está listo para dar el próximo salto, que es aun más necesario: mejorar la calidad. Los investigadores encontraron que gran parte de los problemas radica en la pésima formación de los maestros, su baja remuneración y la pérdida de prestigio de este oficio en la sociedad. El estudio arrojó que todas las evidencias demuestran que los docentes influyen más que cualquier otro insumo escolar y explica en buena medida las diferencias entre los buenos y los malos estudiantes.

El éxito de estos países para alcanzar altos niveles de educación ha sido concentrar los esfuerzos en selectivos programas de formación docente en las universidades. Buscan que los mejores bachilleres o universitarios sean los llamados a estudiar en estos programas, en los que reciben becas y ayudas económicas. Además, deben tener sistemas continuos de evaluación y capacitación, y una remuneración alta, similar a la de otras profesiones exitosas. Estos elementos, entre otros, son la mejor llave para lograr un salto en la calidad y la formación de los niños y jóvenes.

Este panorama contrasta con una cruda realidad. En Colombia, los programas de formación de docentes son numerosos, de pésima calidad y no son apetecidos. La mayoría de los estudiantes, según varios expertos, llega a ellos por descarte, pues no pudieron estudiar lo que querían. Y la formación que reciben es tan regular, que en las pruebas que el Estado hace en escritura, razonamiento cuantitativo o competencias ciudadanas, tienen los resultados más bajos frente a otros profesionales. Y ni qué hablar del salario, que es un 18 por ciento menor que el de otras profesiones, ni de las condiciones de trabajo.

Para mejorar la formación y calidad de los docentes, el estudio propone cinco ejes (ver abajo), cuya aplicación tendría un costo inicial de “1,8 billones de pesos al año, que ascenderían de 3,2 billones de pesos una vez estén en marcha. Esta cifra es inferior al 0,3 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), 1,7 por ciento del presupuesto del gobierno central y el 9 por ciento del presupuesto del Ministerio de Educación”, dijo Perry. Los investigadores proponen que estos recursos salgan del sistema general de participaciones, de recursos del Ministerio de Educación, de un punto del llamado 4 por 1.000 o incluso de deuda.

Si el país sigue y mantiene una política de estas, dicen los investigadores, en diez años Colombia podría tener, como mínimo, los mismos niveles de Chile; y si funciona muy bien, a los de Rusia, Turquía, Austria o República Checa. Por eso el presidente Santos, que ya conocía el estudio, lo acogió como una política de Estado para poner a Colombia en el primer lugar de América Latina en 2025. Otra meta es que en ese año Colombia llegue a tener una universidad dentro de las 100 mejores del mundo. Hoy la mejor es Los Andes en la posición 274 en el índice de Shangái.

Sin embargo, la tarea no será nada fácil. En el lanzamiento de la investigación, el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, dijo: “Es más fácil aumentar la cobertura que mejorar la calidad porque institucionalmente hay menos obstáculos. Aunque todo el mundo lo quiere, cuando uno entra a hablar de calidad, ya empieza a hablar de temas más complejos” y reafirmó la necesidad de dar más recursos, pues son una muy buena inversión, muy rentable en capital humano para el desarrollo de un país. La ministra de Educación, María Fernanda Campo, acogió este estudio, pero aclaró que muchas de las sugerencias que este propone ya son parte de la política oficial.

Necesariamente el desarrollo de una meta y una política de esta naturaleza requiere, además de plata, importantes cambios. El primero es enfrentar al complejo gremio de los docentes, que el jueves realizó un nuevo paro y marchó para pedir mejores condiciones salariares, el cual es reacio a todo tipo de controles y mediciones. De hecho, para mejorar la calidad de los maestros se requiere renovar gradualmente la planta docente, algo que no es fácil de lograr políticamente.

Para nadie es un secreto que la corrupción y la falta de efectividad de la educación parte del gasto que gobernaciones y alcaldías dan a los recursos públicos. El ministerio hizo una revisión de todas las bases de datos y encontró que en el país había 561.000 estudiantes fantasma, por los que las secretarías se echaban al bolsillo más de 850.000 millones de pesos al año. A esto se suma que muchos secretarios de Educación son ‘cuotas políticas’ que muchas veces no tienen un conocimiento específico del sector ni de las prioridades en materia de inversión. Al igual que la salud, en la educación hay todo tipo de intermediarios, negociantes y pícaros que se aprovechan de las ineficiencias del sistema para quedarse con una parte de los 25 billones de pesos del presupuesto.

El gobernador de Antioquia, Sergio Fajardo, quien siempre ha enarbolado la bandera de la educación, dijo que el reto es enorme. Comentó sobre su experiencia al tratar de mejorar la educación de los antioqueños e identificó que una de las cosas por donde hay que empezar es educar a los alcaldes, quienes tienen una gran responsabilidad en la ejecución del presupuesto y que fácilmente pueden confundir la torre de Pisa con las pruebas Pisa.

Aunque todas las partes son conscientes de que los obstáculos son considerables, el estudio ha creado expectativas de que un mejoramiento en la calidad de la educación en Colombia es posible. Lo importante es reconocer que se trata de una política de largo aliento, que no puede estar circunscrita a ningún gobierno, ni a ninguna persona. Los cambios en la educación solo se ven en quinquenios o décadas, por lo tanto la continuidad en el compromiso será la clave del éxito.

Las claves del éxito

Esta es la ruta que plantea el estudio, contratado por la Fundación Compartir, para que Colombia pueda ser el país con la mejor educación de América Latina en menos de diez años.

Selección: Buscar que los mejores estudiantes y profesionales se vinculen al sector educativo por medio de becas, fortalecer los requisitos de ingreso al magisterio y disminuir al máximo los llamados ‘docentes provisionales’.
 

Formación previa al servicio: Revisión de requisitos y procesos de las acreditaciones de alta calidad de los programas de licenciatura, mejorar los filtros para la creación de nuevos programas de licenciatura, reglamentación de los programas de formación para no licenciados y creación de más licenciaturas. Subsidios de sostenimientos para estudiantes y reducción de la duración de los programas de cinco a cuatro años.
 

Evaluación: Mejorar o crear un sistema de evaluación de los docentes para medir lo que saben, promover su formación y ascenso.

 

Remuneración y reconocimiento: Incrementar el salario de los docentes al nivel de los que reciben los médicos, los abogados o los economistas. Aumentar las bonificaciones individuales y grupales según desempeños y de prestación del servicio en zonas de difícil acceso, creación de un régimen de transición y ofrecer un paquete atractivo de retiro voluntario.

Formación en servicio: Acompañamiento a docentes nuevos por dos años, incorporar los resultados de las evaluaciones docentes para diseñar la oferta de formación de calidad que integre cursos cortos y becas condonables para posgrados solo para docentes de alto nivel.

Fuente: semana.com

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  • Por: Wilmer Peñuela
  • febrero 21, 2014
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  • Colegios,Colombia,Educación,Instituciones,
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