Hablemos de informalidad económica y educación

Susana Martínez-Restrepo, investigadora de Fedesarrollo, revela entre otras cosas que las mujeres tienen mayores niveles de trabajo informal a pesar de tener más educación.

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Los puntos de venta de comida callejeros son una de las formas más comunes de trabajo informal.

Más de la mitad de los trabajadores en Colombia pertenecen al sector informal de la economía. Se asume comúnmente que un mayor nivel educativo o más años de educación aumentan la productividad y las oportunidades laborales, y disminuyen el nivel de informalidad. En efecto, según la GEIH 2011, el 65.4% de los trabajadores con menos de bachillerato tienen un empleo informal.

Seguido de aquellos que tienen un diploma de bachillerato, para los que la informalidad es del 30.3. Inclusive, un 7% de aquellos con educación superior son informales.

 

Sin embargo, la relación entre la falta de educación y la informalidad no es tan directa ya que esta afecta más a las mujeres (54.2%) que a los hombres (48.1%), y esto a pesar de las mujeres cuentan con mayores niveles educativos que los hombres. El promedio de años de educación para una mujer de cualquier edad es de 6.9 y el de un hombre es de sólo 6.5.

Diversos estudios señalan, además, que los principales factores que contribuyen a la informalidad son: 1. Los altos costos salariales. 2. El crecimiento del salario mínimo por encima de la productividad. 3. Los posibles efectos perversos del sistema de protección social y la desinformación (por ejemplo por no perder subsidios sociales) y 4. La desconexión entre la oferta y la demanda de trabajadores (por ej. la falta de información, falta de habilidades demandadas) (Torrado-Parra, 2012).

Dos de estos cuatro estudios incluyen la variable educación, pero, ¿por qué las mujeres en Colombia tienen mayores niveles de informalidad que los hombres si tienen mayores niveles educativos que ellos?

Es indudable que, gracias a una creciente inversión en educación y a programas de transferencias monetarias condicionadas (TMC), en la última década la matrícula educativa ha presentado una importante expansión, sobre todo en educación secundaria y terciaria. No obstante, en Colombia, la ampliación de la cobertura en educación no ha estado realmente acompañada por mejoras equivalentes en calidad educativa, tanto en la educación media como en la educación superior.

Es frecuente hablar de la baja “calidad educativa”, sin aplicar la problemática a lo que significa en términos de “capital humano” y cómo afecta al empleo, a las empresas, a la formalidad en Colombia.

En análisis y evaluaciones que hemos realizado recientemente diversos investigadores, y que aún no han sido publicados, se concluye que las dificultades de bachilleres contratados en empresas llegan a ser tan básicas como el caso de no poder realizar cuentas matemáticas elementales (sumas, multiplicaciones, porcentajes, etc.). Los problemas de lenguaje se traducen en la incapacidad de entender instrucciones por escrito, dificultades en la escritura de documentos, falta de vocabulario, errores de dicción y otros, los cuales afectan especialmente a personas que trabajan en puestos de servicio al cliente.

Las habilidades blandas o socio-emocionales muestran una situación todavía peor: los empresarios indican que, de los cinco rasgos más importantes de la personalidad, los más difíciles de conseguir entre sus empleados son los de la amabilidad y la responsabilidad, cruciales para trabajar en equipo, para trabajos en el sector servicios -que requieren servicio al cliente-, o para cualquier otro tipo de actividad.

Lo anterior tampoco explica las diferencias de género en la informalidad: por un lado, las mujeres no son menos productivas ni se les paga más que a los hombres; por otro lado, las brechas entre la oferta y la demanda no tendrían porque afectar más a las mujeres, a no ser que existiera algún tipo de discriminación de género, o un desbalance en la demanda, muy fuerte en sectores de la economía principalmente masculinos (que es el caso de las actividades agropecuarias y mineras en el campo).

En un estudio que estoy realizando sobre participación laboral de mujeres desplazadas y en pobreza extrema, encontré dos fenómenos, (poco debatidos política y/o teóricamente):

1. A pesar de tener bachillerato, el cuidado del hogar y de los hijos, y la necesidad de proteger a los adolescentes del reclutamiento de pandillas y de las Bacrims (Bandas Criminales), las lleva a preferir laborar por cuenta propia, desde la casa o cerca de ella.

2. Además del costo monetario del transporte, la distancia y el tiempo que toma llegar a los centros financieros o de negocios en las ciudades, desincentiva el trabajo formal de las mujeres, ya que aumenta el costo de oportunidad, debido al tiempo que deben pasar fuera del hogar y lejos del cuidado de los hijos.

La relación generalmente asumida de: a mayor educación, menor informalidad, no es necesariamente lineal. No sólo temas de salario mínimo, y efectos perversos de la protección social y laboral deben ser debatidos; la calidad de la educación, el desarrollo de las habilidades socio-emocionales; factores como el cuidado de los hijos, la violencia generada por las Bacrims y pandillas en zonas urbanas, y el problema del transporte, deben entrar en los debates políticos y académicos sobre la informalidad, siempre con una mirada de género.

Fuente: semana.com

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  • Por: Nubia Lopez
  • mayo 14, 2014
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  • Colombia,Economía,Educación,Política,social,
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