Crónicas de ocasión

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En el editorial de El Espectador del domingo 2 de febrero se habla de las soluciones al grave problema de la educación en Colombia, que quedó de antepenúltimo entre 65 países. Aducen razones que hemos expuesto en esta columna. Como el trato digno y la remuneración justa para los profesores, de acuerdo con su dignidad de profesionales de la educación. Son los requisitos principales, que no existen en el país. Un caso ilustrativo es el de  nuestro propio hijo, Carlos Leopoldo Piedrahíta Galeano, sociólogo de la universidad Nacional. Nuestro hijo concursó para profesor, y mediante examen, quedó de primero a escala nacional, lo que le valió una carta de felicitaciones del presidente Álvaro Uribe Vélez. Sin embargo, la secretaría de Educación departamental lo nombró profesor de un colegio rural, en un sitio de difícil acceso, y le fijó un sueldo tan pequeño que apenas le alcanzaba para el transporte. Lógicamente, tuvo que renunciar e irse de Armenia. Actualmente es profesor de sociología de la universidad de Caldas. Con un trato de esos, es claro que el país no puede tener una buena educación. Los profesores que aceptan el cargo, obligados por el desempleo, no son los mejores. El maltrato ha sido de toda la vida. Y la solución tiene que empezar por las secretarías de educación, acostumbradas a subestimar y pagar mal a los profesores. Lo bueno es costoso, como dice la gente.
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Se ha ido perdiendo en Colombia una virtud que nos caracterizaba: la cortesía. Antes le enviaba uno un libro de su autoría a una persona y ésta respondía con cordialidad.  Tenemos tarjetas, telegramas y cartas de personajes famosos a quienes les enviamos libros nuestros. Ahora la gente no responde. Y uno no sabe que suerte corrió el libro. La cortesía es un producto de la educación y la cultura. Nada más y nada menos.  
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Héctor Abad Faciolince es el columnista más original de El Espectador de los domingos. Todos sus temas son  relevantes. Y los profundiza en todos los sentidos. Nos encanta leerlo. Se le puede abonar la irascibilidad que lo caracteriza. Como que es una persona que nunca sonríe. ¿Llegará a viejo?
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La verdad sobre los alcaldes de Bogotá la podemos decir porque vivíamos allá. Enrique Peñalosa: figura como un buen alcalde. Gobernó para los ricos. No hizo labor social ni humana. Antanas Mockus: trató de hacer una alcaldía pedagógica, en algunos aspectos muy buena. Pero se le fue la mano y llenó a la ciudad de mimos que se burlaban de la gente en las calles. Los bogotanos se cansaron de sus payasadas. Jaime Castro: es el peor alcalde que ha tenido Bogotá. No hizo nada brillante. Se resignó a desempeñar el cargo y a cobrar el sueldo. Es un politiquero intrigante, que ahora ataca a Petro.

 

Fuente: cronicadelquindio.com

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  • Por: Wilmer Peñuela
  • febrero 12, 2014
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  • Colombia,Docentes,Educación,
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